martes, 28 de febrero de 2017

Complementos: consecuencias graves del pecado mortal.

P. Carlos Spahn. 
Meditación sobre la gravedad de vivir en pecado mortal. 

El espíritu del mundo enaltece e invita a pecar. Y por eso, en esta socidad actual no hay conciencia de pecado.

Una de las consecuencias más graves del pecado mortal es la de ir al infierno. Siendo el infierno un estado de condenación eterna, en constante presencia con satanás y el profundo dolor de no poder estar con Dios.

Si yo no aprovecho ahora la oportunidad de cambiar de vida y de vivir una profunda conversión, no lo podré hacer jamás. Lamentablemente morimos como vivimos. Dios está llamándonos constantemente para el arrepentimiento. Incluso en los momentos finales antes de morir. Pero en esa nebulosa, en esa confusión, ¿podremos hacerlo?


Reo de pena eterna. Es decir se pierde el derecho a ir al Cielo y se va al infierno.

Ya no se habla del Infierno. ¿Por qué?
Ante este tema polémico me permito incluir una nota mía con elementos del P.Carlos Spahn, en su conferencia sobre La gravedad del pecado (youtube).

a. Dios es bondad pura. Y el pecado es maldad. Por eso Dios rechaza y repele el pecado.

b. En este mundo, distinguimos entre el pecado y el pecador.
Dios rechaza y aborrece el pecado, pero Dios ama al pecador.

c. Nosotros también debemos odiar el pecado. Odiar significa rechazarlo totalmente. Y debemos amar al pecador.

d.¿Qué ocurre cuando uno se muere?
Una vez muerto, el alma se separa del cuerpo. Entonces la voluntad se fija. Pecador y pecado se hacen una sola cosa.
Ya no se distingue entre ellas y es imposible poder separarlas.

Tampoco hay posibilidad de arrepentirse o de crecer en gracia y méritos.

Dios respetando la libertad del hombre, una vez muerta la persona y fijada su voluntad, no puede abrazar el pecado. Dios es santo y su santidad es incompatible con el mal del pecado.

Por tanto, es el hombre quien se condena, no Dios. Si nosotros lo rechazamos en vida, en coherencia, lo rechazaremos en la muerte.
Porque Dios tiene un respeto exquisito por la libertad de sus criaturas inteligentes: los ángeles y los hombres. Si no fueramos libres no podríamos amar. Seríamos robots. 

Y Dios constantemente nos está llamando a la conversión con sus gracias, 
acontecimientos en nuestras vidas, personas, libros… etc.

Conclusión: si aprovecho esta vida, pidiendo perdón de mis pecados, acudiendo al sacramento de la penitencia, viviendo con coherencia cristiana, Dios puede separar, borrar y extinguir mis pecados. No existe pecado, por grave que sea, que Dios no perdone.

El momento es ahora. No procrastinemos. Digamos como San Expedito ante su deseo de conversión: Hodie, hodie, hodie (hoy hoy hoy) frente a un espíritu inmundo revestido de cuervo que le decía cras, cras, cras (mañana, mañana, mañana).

Conferencia sobre la gravedad del pecado. 

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