miércoles, 22 de marzo de 2017

Día 28. Vigésimo octavo día de la consagración.


Día 28. Vigésimo octavo día de la Consagración.
Etapa 4/4:
Seis días para conocer
a Jesucristo
4/6 días

“Emplearemos en esta etapa todas nuestras acciones y oraciones en conocer a Jesucristo. Para ello podremos repetir centenares de veces al día: ¡Señor, que yo te conozca! O bien; Señor, que yo vea quien eres!

Esquema inicial:
1. Oraciones iniciales:
-Letanías del Espíritu Santo (pgs. 235-237),
-Oh Santa María de Mares Estrella (Ave Maris Stella) (pg. 289)
-Letanías del Nombre de Jesús (novedad)

Hoy meditaremos:
2. Evangelio:
- La última Cena (Lc 22,7-30).
3. Tratado de la Verdadera Devoción: TVD 68-77.
4. Jaculatoria: " Que el mayor entre vosotros sea como el más joven, y el que manda como el que sirve." (Lc 22,26).
Santo Evangelio según San Lucas
[La cena pascual
7 Llegó el día de los panes ázimos, en el que había que sacrificar el cordero pascual;
8 y envió a Pedro y Juan, diciendo:—Id a hacernos los preparativos para que comamos el cordero pascual.
9 Ellos le dijeron: —¿Dónde quieres que hagamos los preparativos?
10 Él les dijo: —Mirad, cuando entréis en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo hasta la casa en la que entre
11 y decid al dueño de la casa: «El Maestro te dice: “¿Dónde está la estancia en donde pueda comer el cordero pascual con mis discípulos?”».
12 Él os enseñará una gran sala en el piso de arriba, con alfombras; haced allí los preparativos.
13 Cuando fueron, encontraron todo tal como les había dicho, y prepararon la cena de Pascua.
14 Y, cuando fue la hora, se sentó a la mesa, y los apóstoles con él,
15 y les dijo: —He tenido gran deseo de comer con vosotros este cordero pascual antes de padecer;
16 pues os digo que ciertamente no lo comeré
más hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios.
17 Y, cogiendo un vaso, rezó la acción de gracias y dijo:
—Tomadlo y repartidlo entre vosotros.
18 Pues os digo que, ciertamente, no beberé desde ahora del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios.
19 Y cogió pan, rezó la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: «Esto es mi cuerpo, el entregado a favor vuestro; esto, hacedlo para renovar mi presencia».
20 Y el vaso, de la misma manera, después de cenar, diciendo: «Este vaso, el derramado en favor vuestro, es la nueva alianza ratificada con mi sangre.
21 «Con todo, ya veis, la mano del que me entrega está conmigo sobre la mesa.
22 Porque, ciertamente, el Hijo del Hombre se va, según
lo que está decretado; sin embargo, ¡ay de aquel por quien es entregado!».
23 Ellos empezaron a preguntarse unos a otros, sobre quién de ellos sería el que iba a hacer eso.
24 Y surgió un altercado entre ellos, sobre quién de ellos se podía pensar que era el mayor.
25 Pero él les dijo: —Los reyes de las naciones las dominan, y los que tienen autoridad sobre ellas se llaman «bienhechores». 26 Pero vosotros, así no; sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven, y el que manda como el que sirve.
27 Pues, ¿quién es mayor: el que está sentado a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que está sentado a la mesa? En cambio,
yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.
28 «Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas;
29 y yo os concedo, como mi Padre a mí, el título de “rey”
30 para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Palabra del Señor… Gloria a Ti, Señor Jesús

TVD 68 al 77
Ave María purísima, sin pecado concebida.
Les pertenecemos a Jesucristo y a María.
[68]
De lo que Jesucristo es para nosotros, debemos concluir, con el Apóstol, que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que somos totalmente suyos, como sus miembros y esclavos, comprados con el precio infinito de toda su sangre.

Efectivamente, antes del Bautismo pertenecíamos al demonio como esclavos suyos. El Bautismo nos ha convertido en verdaderos esclavos de Jesucristo, que no debemos ya vivir, trabajar ni morir sino a fin de fructificar para este Dios-Hombre,  glorificarlo  en nuestro cuerpo y hacerlo reinar en nuestra alma, porque somos su conquista, su pueblo adquirido y su propia herencia. Por la misma razón, el Espíritu Santo nos compara a:

árboles plantados junto a la corriente de las aguas de la gracia, en el campo de la Iglesia, que deben dar fruto en tiempo oportuno;

los sarmientos de una vid, cuya cepa es Cristo, y que deben producir sabrosas uvas;

3o un rebaño, cuyo pastor es Jesucristo, y que debe multiplicarse y producir leche;

4o una tierra fértil, cuyo agricultor es Dios, y en la cual se multiplica la semilla, y produce el treinta, el sesenta, el ciento por uno.

Por otra parte, Jesucristo maldijo a la higuera infructuosa y condenó al siervo inútil, que no hizo fructificar su talento. Todo esto nos demuestra que Jesucristo quiere recoger algún fruto de nuestras pobres personas, a saber, nuestras buenas obras, porque éstas le pertenecen exclusivamente: "Creados, mediante Cristo Jesús, para hacer el bien". Estas palabras del Espíritu Santo demuestran que Jesucristo es el único principio y debe ser también el único fin de nuestras buenas obras, y que debemos servirle no sólo como asalariados, sino como esclavos de amor. Me explico:

[69]
Hay, en este mundo, dos modos de pertenecer a otro y depender de su autoridad: el simple servicio y la esclavitud. De donde proceden los apelativos de criado y esclavo.

Por el servicio común entre los cristianos, uno se compromete a servir a otro durante cierto tiempo y por determinado salario o retribución. Por la esclavitud, en cambio, uno depende de otro enteramente, por toda la vida, y debe servir al amo sin pretender salario ni recompensa alguna, como si fuera uno de sus animales, sobre los que tiene derecho de vida y muerte.

[70]
Hay tres clases de esclavitud: natural, forzada y voluntaria. Todas las criaturas son esclavas de Dios según el primer modo: "Del Señor es la tierra y cuanto la llena".
Conforme al segundo, lo son los demonios y condenados.
Según el tercero, los justos y los santos.

La esclavitud voluntaria es la más perfecta y gloriosa para Dios, que escruta el corazón, nos lo pide para sí y se llama Dios del corazón o de la voluntad amorosa. Efectivamente, por esta esclavitud voluntariamente asumida, optas por Dios y por su servicio, sin que importe todo lo demás, aunque no estuvieses obligado a ello por naturaleza.

[71]
Hay una diferencia total entre criado y esclavo:

El criado no entrega a su patrón todo lo que es, todo lo que posee, ni todo lo que puede adquirir por sí mismo o por otro; el esclavo se entrega totalmente a su amo, con todo lo que posee y puede adquirir, sin excepción alguna.

El criado exige retribución por los servicios que presta a su patrón; el esclavo, por el contrario, no puede exigir nada, por más asiduidad, habilidad y energía que ponga en el trabajo.

3o El criado puede abandonar a su patrón cuando quiera o, al menos, cuando expire el plazo del contrato; mientras que el esclavo no tiene derecho de abandonar a su amo cuando quiera.

4o El patrón no tiene sobre el criado derecho alguno de vida o muerte, de modo que, si lo matase como a uno de sus animales de carga, cometería un homicidio; el amo, en cambio conforme a la ley, tiene sobre su esclavo derecho de vida y muerte, de modo que puede venderlo a quien quiera o matarlo -perdóname la comparación-,como haría con su propio caballo.

5o Por último, el criado está al servicio del patrón sólo temporalmente; el esclavo lo está para siempre.

[72]
Nada hay entre los hombres que te haga pertenecer más a otro que la esclavitud. Nada hay tampoco entre los cristianos que nos haga pertenecer más completamente a Jesucristo y a su Santísima Madre que la esclavitud aceptada voluntariamente, a ejemplo de Jesucristo, que por nuestro amor "tomó forma de esclavo", y de la Santísima Virgen, que se proclamó servidora y esclava del Señor. El  Apóstol es  honra de llamarse servidor de Jesucristo. Los cristianos son llamados repetidas veces en la Sagrada Escritura servidores de Cristo. Palabra que como hace notar acertadamente un escritor insigne equivalía antes a esclavo, porque entonces no se conocían servidores como los criados de ahora, dado que los señores sólo eran servidos por esclavos o libertos. Para afirmar abiertamente que somos esclavos de Jesucristo, el "Catecismo del Concilio de Trento" se sirve de un término que no deja lugar a dudas, llamándonos "mancipia Christi: esclavos de Cristo".

[73]
Afirmo que debemos pertenecer a Jesucristo y servirle no sólo como mercenarios, sino como esclavos voluntarios, que, por efecto de un intenso amor, se entregan y consagran a su servicio en calidad de esclavos por el único honor de pertenecerle. Antes del Bautismo éramos esclavos del diablo. El Bautismo nos transformó en esclavos de Jesucristo. Es necesario, pues, que los cristianos sean esclavos del diablo o de Jesucristo.

[74]
Lo que digo en términos absolutos de Jesucristo, lo digo, proporcionalmente, de la Santísima Virgen. Habiéndola escogido Jesucristo por compañera inseparable de su vida, muerte, gloria y poder en el Cielo y en la tierra, le otorgó, gratuitamente respecto de su Majestad  todos los derechos y privilegios que Él posee por naturaleza: "Todo lo que conviene a Dios por naturaleza, conviene a María por gracia", dicen los santos. De suerte que, según ellos, teniendo los dos el mismo querer y poder, tienen también los mismos servidores y esclavos.

[75]
Podemos, pues conforme al parecer de los santos y de muchos varones insignes, llamarnos y hacernos esclavos de amor de la Santísima Virgen, a fin de serlo más perfectamente de Jesucristo.
La Virgen Santísima es el medio del cual se sirvió el Señor para venir a nosotros. Es también el medio del cual debemos servirnos para ir a Él. Pues María no es como las demás criaturas, que, si nos apegamos a ellas, pueden separarnos de Dios en lugar de acercarnos a Él. La tendencia más fuerte de María es la de unirnos a Jesucristo, su Hijo, y la más viva tendencia del Hijo es que vayamos a Él por medio de su Santísima Madre. Obrar así es honrarlo y agradarle, como sería honrar y agradar a un rey el hacerse esclavo de la reina para ser mejores súbditos y esclavos del soberano. Por esto, los Santos Padres y después el Pseudo Buenaventura dicen que la Santísima Virgen es el camino para llegar a Nuestro Señor.

[76]
Más aún, si como he dicho, la Santísima Virgen es la Reina y Soberana del Cielo y de la  tierra: "Al  poder  de  Dios  todo está sometido, incluida la Virgen; al poder de la Virgen todo está sometido, incluido Dios", dicen San Anselmo, San Bernardo, San Bernardino, ¿por qué no ha de tener tantos súbditos y esclavos como criaturas hay? Y ¿no será razonable que, entre tantos esclavos por fuerza, los haya también de amor, que escojan libremente a María como Soberana? Pues ¿qué? ¿Han de tener los hombres y los demonios sus esclavos voluntarios y no los ha de tener María? Y ¿qué? Un rey se siente honrado de que la reina, su consorte, tenga esclavos sobre los cuales puede ejercer derechos de vida y muerte, en efecto, el honor y poder del uno son el honor y poder de la otra, y el Señor, como el mejor de los hijos, ¿llevará a mal que María, su Madre Santísima, con quien ha compartido todo su poder, tenga también sus esclavos? ¿Tendrá Él menos respeto y amor para con su Madre que Asuero para con Ester, y Salomón para con Betsabé? ¿Quién osará decirlo o siquiera pensarlo?

[77] 
Pero ¿adónde me lleva la pluma? ¿Por qué detenerme a probar lo que es evidente? Si alguno no quiere que nos llamemos esclavos de la Santísima Virgen, ¿qué más da? ¡Hacerte y llamarte esclavo de Jesucristo es hacerte y proclamarte esclavo de la Santísima Virgen! Porque Jesucristo es el fruto y gloria de María.

Todo esto se realiza de modo perfecto con la devoción de que te voy a hablar.

TOTUS TUUS
Todo tuyo

Totus tuus ego sum
et omnia mea tua sunt.
Accípio te in mea omnia.
Præbe mihi Cor tuum, María!

Soy todo tuyo
y todo lo mío es tuyo.
Te recibo como mi todo.
¡Dame tu Corazón, María!

Bendito y alabado sea Jesucristo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario